martes, 24 de mayo de 2011

Historias de Ab3: Nunca dejes atrás tus pelotas

AVISO: LA SIGUIENTE HISTORIA PUEDE OFENDER A LOS PROPIETARIOS DE TESTÍCULOS, A LOS BEBEDORES HABITUALES, A LOS HUMANOIDES DE LAS PROFUNDIDADES Y A CUALQUIERA QUE ALGUNA VEZ HAYA POSEÍDO UNA COPIA DE ‘LORDS OF CREATION’.

Permitirme que os presente el escenario. ¿Habéis visto alguna vez la versión de dibujos animados de La Bella y la Bestia? ¿Os acordáis de la librería de la Bestia, con una estantería tras otra, todas llenas de libros? Pues bien, imaginad ese mismo lugar, pero en lugar de todos esos libros, con una estantería detrás de otra llenas de pornografía. 

Así era el apartamento de El Pervertido. 

Por supuesto, ahora que estaba viviendo con su novia, Asenath Islaverano, me esperaba algunos cambios. 

La partida que habíamos planeado jugar era de Lords of Creation; parecía ser una especie de ritual de paso en Albany. Todo el mundo tenía que intentar dirigir una partida por lo menos una vez. El Disgusto había rehusado a acompañarnos, diciéndonos que estar cerca del brazo deformado de Asenath le hacía sentir naúseas. 

Y eso viniendo de un tío que se come los palitos de merluza congelados directamente de la caja. 

Así que estábamos tan sólo Psicópata Dave, El Alcohólico, El Capullo y yo. Y Asenath, que jugaría con nosotros. Una vez más asumí que un toque femenino cambiaría el tono de las partidas a las que solíamos jugar. Me imaginé una partida donde inocentes halflings no eran prendidos en llamas y usados como escudos. 


El Pervertido: “Llegáis tarde, chicos.” 

Yo: “Eso es porque alguien insistió en hacer cócteles mientras yo conducía.” 

El Alcohólico: “¡No puedo jugar sin un Harvey Wallbanger!” [Wallbanger = dícese del que se dá de cabezazos contra la pared. O de la bebida que imita esos efectos, claro. Y sí, es el nombre de un cóctel auténtico]

El Capullo: “Bueno, al menos ahora tu coche está desinfectado.” 

Yo: “Mi coche nunca ha estado infectado.” 

Psicópata Dave: “Hey, acabo de darme cuenta de que tienes cortinas.” 

El Pervertido: “Y plantas.” 

Yo: “¿No le importa a tu amorcito que tengas todas estas revistas guarras por aquí?” 

El Pervertido: “Mi nena tiene una mentalidad muy liberada. Muy liberada.” 


En ese momento Asenath entró en el salón. Si no lo he dicho antes, dejad que os diga ahora que era una chica muy guapa, con o sin el brazo que parecía una aleta. Aún así, guapa o no, el atuendo que llevaba era un poco... demasiado. Era como una pesadilla de la moda Hentai [los cómics o animaciones eróticas japonesas], en parte parecía un uniforme de colegiala y en parte un uniforme de cuero de sadomaso. 


Asenath: “¿Estamos listos para jugar?” 

Yo: “Todos hemos generado nuestros personajes antes de venir.” 

El Alcóholico: “¡Y yo he hecho margaritas!” [la bebida, claro, no la flor]

El Capullo: “No me puedo creer que vayamos a jugar a este juego otra vez.” 

El Pervertido: “Bueno, esta vez será diferente.” 

Yo: “Diferente no significa mejor.” 

Asenath: “Pues a mí el sistema parece interesante. Me gusta cómo puedes evolucionar desde ser un completo debilucho a ser un dios.” 

El Alcohólico: “Normalmente no llegamos tan lejos. Lo normal es que antes El Disgusto haga algo que arruine la partida.” 

El Capullo: “La verdad es que me alegro de que no esté aquí.” 

Psicópata Dave: “Así que, Asenath, ¿a qué otros juegos has jugado?” 

Asenath: “Bueno, he jugado a D&D, a Chill, algo de Robotech, y me encanta Vampiro La Mascarada.” 

Yo: “He estado intentando animar a estos tíos a que prueben ese juego.” 

Psicópata Dave: “Nunca jamás jugaré a eso.” 

Asenath: “¿Y por qué no?” 

Psicópata Dave: “Porque es un completo plagio, no hay nada en el libro de reglas que sea original.” 

El Pervertido: “¿Es esto uno de esos rollos sobre Anne Rice? Anne Rice no creó el género de los vampiros.” 

Psicópata Dave: “Esto no va de Anne Rice.” 

Yo: “Entonces, ¿a quién están plagiando?” 

Psicópata Dave: “La Isla de Gilligan.” 

[Paren máquinas. Veamos... Gilligan’s Isle fue una telecomedia norteamericana que tuvo un éxito increíble-ble en su país de origen (empezó a emitirse en 1964, y el último “episodio especial” se emitió en el 81... haced cuentas), aguantando cuatro temporadas seguidas y un buen número de episodios especiales, además de varias sub-series que continuaban el argumento (incluyendo una versión en dibujos animados que también tuvo bastante aceptación); y que, faltaría más, yo no he visto en mi vida. Y no tengo ni idea de si llegó a emitirse por aquí, la verdad (sé que se dobló al español para el público latinoamericano, pero no me consta que la llegaran a echar en España).

En cualquier caso narraba las aventuras de la tripulación de un barco (el capitán y su ayudante, un “tonto simpático” que además es el Gilligan del título) y sus cinco pasajeros (Mr. Howell y su mujer Lovey, que son millonarios resabidos, una actriz buenorra llamada Ginger, la dulce e ingenua Mary Ann, y un profesor de ciencias), naúfragos en una isla desierta, y que en cada capítulo intentaban escapar y volver a la civilización... tan sólo para ver sus esfuerzos convertirse en fracasos, una y otra vez, por culpa de la tontuna del Gilligan ese. Un argumento simplón, pero como ya digo, suficiente para convertirla en un superéxito.]


El Capullo: “¿De qué estás hablando?” 

Psicópata Dave: “Mira, es tan obvio que Vampiro La Mascarada es un plagio descarado de La Isla de Gilligan que la mayor parte del público estúpido no se da cuenta. Dejad que os explique. Bien, primero están los clanes. El Ventrue está basado en Mr. Howell, el Nosferatu en su mujer Lovey, Ginger es una Toreador, Mary Ann es una Gangrel, el profesor es un Tremere, el capitán es de los Brujah y, por supuesto, Gilligan es un Malkavian. La isla, que les atrapa y también les protege, es La Mascarada. ¿Lo véis? ¡Un plagio descarado!” 

Asenath: “Uhhhhh...” 

Yo: “Eso es casi tan malo como su rollo sobre cómo los Teletubbies son un plagio de La Llamada de Cthulhu.” 


Después de eso empezamos la partida. En realidad se trataba de una premisa bastante sencilla. Éramos estudiantes universitarios en un viaje a través del país. El Pervertido dejó que roleáramos durante una hora o así, permitiendo que nos acostumbráramos a nuestros personajes y a los de los demás. Asenath no lo hacía nada mal. Las dos únicas cosas que encontré desconcertantes sobre ella es que parecía que nunca parpadeaba, y que básicamente se pasó toda la partida magreando al master. 


El Pervertido: “Vale, se os está acabando la gasolina. Hay una estación de servicio un poco más adelante.” 

El Alcohólico: “Bien. Necesito ir a mear.” 

El Pervertido: “Muy buena interpretación.” 

El Alcohólico: “No, quiero decir que de verdad tengo que mear, ¿dónde está el servicio?” 

Asenath: “Al final del pasillo, la puerta del cuarto de baño tiene un póster autografiado de Christy Canyon.” 

El Capullo: “¿Quién es Christy Canyon? ¿Es una superheroína?” 

El Pervertido: “Más o menos” [es una actriz porno]

Asenath: “Bueno, como mi personaje está conduciendo, paro el coche en la estación de servicio y comienzo a llenar el depósito.” 

Yo: “Mi personaje sale del coche para estirar las piernas.” 

Psicópata Dave: “Mi personaje sale del coche, se encierra en el lavabo de caballeros y comienza a acunar el fémur que siempre lleva consigo para darse suerte.” 

Yo: “Uau.” 

El Capullo: “Mi personaje echa un vistazo por ahí.” 

El Alcohólico: “Ya estoy aquí. ¿Qué me he perdido?” 

El Pervertido: “Has llegado justo a tiempo para el choque del meteorito.” 

El Capullo: “Qué gracia, eso ha sonado como si dijeras que un meteorito estuviese a punto de estrellarse contra la gasolinera.” 

El Pervertido: “Tirad los dados para esquivar.” 


No hace falta decir que ninguno consiguió esquivar el meteorito, o la subsiguiente bola de fuego. Comencé a preguntarme si esto no sería algún tipo de venganza por el incidente de “la moto ninja”. El Pervertido se disculpó y fue a traernos algún refrigerio. Se llevó sus notas sobre la partida con él. 


El Alcohólico: “Se me ha acabado el vodka. ¿Quién se ha bebido mi vodka?” 

El Capullo: “Tú.” 

Psicópata Dave: “En cuanto averigüe cuánto daño me he llevado, voy a encontrar al que me ha tirado un meteorito encima y le voy a joder a base de bien.” 

Yo: “Soñar es gratis.” 

Asenath: “Esto es muy divertido. Es genial estar aquí jugando con vosotros, después de todas las historias que había oído.” 

Yo: “Si hubieras escuchado todas las historias sobre nosotros no estarías aquí jugando.” 

Asenath: “¡Qué divertido eres! Es difícil creer que no has salido con nadie en cuatro años.” 


Una de las mejores cosas que tiene ser escritor es que puedes volver a visitar esos momentos en los que te quedaste mudo, y por fin dar con una buena réplica. Lamentablemente, aún no tengo ni idea de lo que podría decirse después de un planchazo como ese. Afortunadamente Asenath se disculpó para ir a ver por qué El Pervertido estaba tardando tanto con las palomitas. Cuando volvieron con unas tapas y unos refrescos, los dos estaban sin aliento y con las mejillas sonrojadas. 


El Pervertido: “De acuerdo, ¿dónde estábamos?” 

El Alcohólico: “Acabábamos de morir.” 

El Pervertido: “No, no lo hicistéis. Como estaba diciendo, hay un brillante destello de luz y luego cada uno de vosotros se despierta en un sitio diferente. Alcohólico, tú te despiertas en un contenedor oscuro, y te sientes mareado y dolorido.” 

El Alcohólico: “Captado.” 

El Pervertido: “¿Qué quieres hacer?” 

El Alcohólico: “Intento escapar.” 

El Pervertido: “Tira los dados.” 

El Alcohólico: “¡Sabía que se me olvidaba algo! Vuelvo enseguida.” 


Le miramos salir de la habitación tambaleándose y dirigirse a mi coche. No lo había cerrado con llave, así que estaba seguro de que volvería pronto. Con él ausente, El Pervertido centró su atención en El Capullo. 


El Pervertido: “Muy bien, Capullo. Te despiertas pero no te puedes mover. Una luz brillante está dirigida exactamente hacia tus ojos.” 

El Capullo: “¿Puedo hablar?” 

El Pervertido: “No.” 

El Capullo: “¿Puedo ver quién me está haciendo esto?” 

El Pervertido: “Observas que te rodean figuras vagas y difusas. Son humanoides pero alienígenas. Son bajitas pero también altas, delgadas pero gordas. Quizá tu personaje pudiera averiguar más si no estuviese cegado por el dolor.” 

El Capullo: “¿Dolor?” 

El Pervertido: “Están utilizando algún tipo de aparato láser para desprenderte de tu vello corporal y de tus genitales.” 

El Capullo: “¿QUÉ? ¿Me estoy desangrando?” 

El Pervertido: “No. Extrañamente, las heridas no sangran.” 

El Capullo: “¿No puedo hacer nada? ¿No puedo decir nada?” 

El Pervertido: “No, sólo puedes observar impotente mientras depositan tu vello y tus partes reproductoras en una bolsita de plástico sellada al vacío.” 

El Capullo: “¿Han puesto MIS PELOTAS en UNA BOLSITA?” 

El Pervertido: “Cuando terminan, se marchan de la habitación. Hablan de algo que te suena como una pausa para tomar café, pero no exactamente.” 

El Capullo: “¿Y me dejan simplemente así, temblando y despelotado?” 

El Pervertido: “Eso es lo que hacen. Poco a poco tu personaje comienza a recuperar la movilidad. Consigue sacar su cuerpo de la mesa de operaciones.” 

El Capullo: “¿Puedo averiguar cómo funcionan todos esos aparatos?” 

El Pervertido: “No, todo está escrito en un extraño idioma alienígena.” 

El Capullo: “Entonces agarro mis pelotas y salgo por patas.” 

El Pervertido: “Mientras tanto, el personaje de Psicópata Dave se despierta en una cama al estilo antiguo, tapado con edredones de seda.” 

Psicópata Dave: “No sabía que fabricaran edredones de seda.” 

El Pervertido: “Otra razón más para sospechar de una intervención alienígena.” 

Psicópata Dave: “Mi personaje sale de la cama y echa un vistazo por la habitación.” 

El Pervertido: “Vale. Mueves tus piernas rollizas fuera de la cama y das un salto hasta el suelo. Te das cuenta de que todo parece ser más pequeño.” 

Psicópata Dave: “¿Dónde está el fémur que llevaba mi personaje? ¿Su garrote? ¿Su bolsa de gominolas?” 

El Pervertido: “Todo lo que tienes es el traje azul de marinerito que llevas puesto.” 

Psicópata Dave: “Espera un minuto. ¿Me han transformado en un niño en traje de marinero?” 

El Pervertido: “Sí.” 

Yo: “¿Qué clase de partida es esta?” 

Asenath: “Tíos, dadle una oportunidad.” 

El Capullo: “¿Y qué hay de las pelotas? ¿Conserva aún sus pelotas?” 

El Pervertido: “Sí. Del tamaño de las de un niño, pero sí.” 

El Capullo: “¡Maldita sea!” 

Psicópata Dave: “¡Me niego a llevar un traje de marinero, joder! Me lo arranco y miro dentro del armario de la ropa.” 

El Pervertido: “Ves docenas de trajecitos azules de marinero colgando de sus perchas, esperándote.” 

Psicópata Dave: “Pues vale, salgo de la habitación desnudo y pregunto por ahí a quién tengo que pegarle para que me den una gabardina y unos calzoncillos.” 

El Pervertido: “Muy bien, pero antes de ver lo que pasa vamos a cambiar a Ab3.” 

El Capullo: “¿Y qué pasa con mis pelotas?” 

El Pervertido: “Ab3, tu personaje se despierta con el olor del estiércol.” 

Yo: “Bueno, supongo que podría ser peor.” 

El Pervertido: “Mirando hacia abajo, viéndote a ti mismo, descubres que tu cuerpo tiene ahora este aspecto.” 


En ese momento El Pervertido fue pasando un ejemplar de la revista Lesbianas Azotadas, señalando a una de las modelos en particular. Fue una de las situaciones que dio lugar a uno de mis más firmes juramentos: nunca juegues a un juego de rol dirigido por alguien que considera que Humanoides de las Profundidades [una película de terror de serie B de 1980, donde mutantes anfibios atacan una comunidad costera, con altos contenidos de gore y erotismo light] es una historia de amor. 


Yo: “De modo que soy una mujer.” 

Psicópata Dave: “Llevo años diciéndolo.” 

Yo: “¡Hey!” 

El Capullo: “No es sólo una mujer... es una tía buenísima. Empujaría a mi abuela escaleras abajo sólo por tener la oportunidad de enrollarme con una tía como él.” 

Yo: “Espero que tengas pasta para pagarte un taxi de vuelta a casa, Romeo.” 

El Pervertido: “Tu personaje mira al exterior a través de las ventanas, y ve que está metida...” 

Yo: “Metido.” 

El Pervertido: “...dentro de una cabaña en un mundo alienígena. Dos soles gemelos brillan sobre las montañas de mierda y maquinaria que la rodean.” 

Yo: “Veamos. Déjame que haga un resumen. A mi personaje le han...” 

El Pervertido: “La han...” 

Yo: “Le han cambiado de sexo, ¿y ahora es un prisionero en una granja de mierda alienígena?” 

El Pervertido: “Quizá no sea un prisionero. Cuando tu personaje mira hacia abajo, tras las suaves curvas de su cuerpo descubre un anillo de matrimonio en su dedo elegantemente manicurado.” 

Yo: “¡Comprueba eso otra vez, por favor!” 

El Pervertido: “Y ahora, cariño, vamos a ver que pasa contigo.” 
Asenath: “Oh-oh...”
El Pervertido: “Tu personaje se despierta, tumbada en una reluciente losa blanca, en un ambiente cálido. Seres altos con apariencia de ángeles te están adorando.”

Asenath: “¿Puedo moverme?”

El Pervertido: “Tu personaje se incorpora, y los seres se te quedan mirando, sonriendo. Comienzan a susurrarte con sus mentes. Te llaman La Elegida.”


El argumento quedó claro rápidamente. Unos alienígenas de una dimensión desconocida nos habían secuestrado usando un meteorito-bomba transportador. Estos aliens usaban esclavos humanos para sus ataques más sucios, y también pensaban que las mujeres humanas eran las más deseables de toda la galaxia.

El único problema era que los meteorito-bomba transportadores, en el 99.98% de los casos, eran fatales para las mujeres, así que estos alienígenas decidieron que lo mejor que podían hacer era transformar unos cuantos machos humanos en hembras. Esa era la razón de que mi personaje luciera ahora unas piernas de impresión, y de que el de El Capullo fuera un eunuco pelado. El personaje de Psicópata Dave había sido retraido hasta su infancia porque los niños humanos eran unos animales de compañía muy apreciados.

Como el personaje de Asenath había sobrevivido al impacto del meteorito-bomba transportador, un grupo de ángeles espaciales la habían acogido, en lugar de convertirla en esclava. Le dijeron que era La Elegida y comenzaron a prepararla para liberar a los prisioneros humanos.


El Pervertido: “...y entonces te dan una espada alimentada con energía estelar. La vaina encaja perfectamente en tu armadura alada de ángel espacial. Mientras recorres la catedral espacial hacia tu nave estelar, cada uno de los ángeles se inclina ante ti, y te da un talismán místico.”

Asenath: “Esto es TAN chulo, cielo.”

Yo: “Uh, no es que quiera quejarme, pero ya lleváis una hora...”

El Pervertido: “Oh, perdona. ¿Dónde habíamos dejado a tu personaje, Ab3?”

Yo: “Eh... ¿en mi luna de miel?”

El Pervertido: “Ah, sí. Tu marido cierra con llave la puerta tras de sí, y se desnuda. Su enorme paquete late con lujuria.”

Yo: “Mi personaje salta por la ventana.”

El Pervertido: “Un foso de aguas fecales amortigua tu caida.”

Psicópata Dave: “¡Saborea la aventura, Ab3!”

Yo: “¿Quieres saborear tu sangre?”

Asenath: “¿Será capaz mi personaje de traerse sus rottweilers telepáticos con ella al espacio?”

El Pervertido: “Por supuesto.”

El Capullo: “Hablando de perros, ¿ha conseguido mi personaje evadir a los que le perseguían?”

El Pervertido: “Aún puedes oir los ladridos de los sabuesos del espacio, parece que se están acercando. No olvides que estás al borde de un precipicio.”

El Capullo: “Vale, comienzo a escalar hacia abajo por la pared del precipicio.”

El Pervertido: “Habrá penalizaciones importantes por hacerlo con una sola mano.”

El Capullo: “¡Pero si es sólo una bolsita!”

El Pervertido: “Se siente.”

El Capullo: “Muy bien. Me meto mis pelotas en la boca y comienzo a descolgarme.”

Yo: “He ahí una imagen mental que me acosará hasta mi lecho de muerte.”

Asenath: “¡Mi nave toma la delantera y lidero la flota de ángeles espaciales hasta la dimensión desconocida!”

Psicópata Dave: “Me arranco el traje de marinero e intento escapar.”

(muchas tiradas de dados y palabrotas después)

El Pervertido: “El director te atrapa otra vez y te vuelve a dar unos buenos azotes en el culo.”

El Capullo: “Ojalá El Disgusto estuviera aquí. A estas alturas ya habría arruinado la partida.”

Yo: “Oye, ¿dónde está El Alcohólico?”


Fue entonces cuando vimos las luces giratorias. Corrimos fuera de la casa, algunos de nosotros deseando abandonar la partida, otros decepcionados. Encontramos a El Alcohólico sentado en el asiento de atrás de un coche de la policía; estaba pálido y cubierto de suciedad y vómitos. Mantenía apretada la cara contra el cristal de la ventanilla del coche, mientras recitaba diálogos de las películas de Star Trek.


Policía 1: “Lo que suponemos es que vagaba por ahí, se perdió, y acabó apareciendo en el restaurante Denny’s en Wolf Road.”

Policía 2: “Estaba alucinando, no paraba de correr a través de los setos que hay alrededor del restaurante, gritando: ¡Miradme, soy un montaraz!”

El Alcohólico: “...nunca me sometí a la prueba del Kobayashi Maru. ¿Qué piensan de mi solución?”

Yo: “Nuestro amigo puede haber bebido demasiado esta noche, y...”

El Pervertido: “Mmm... tíos, me encantan los sandwiches de jamón.”

El Capullo: “¡Cállate!”

Yo: “Y lo vamos a llevar a su casa a dormir la mona, si les parece bien.”

El Pervertido: “Mmmmmm... jamón y lechuga.”

El Capullo: “¿Estás gilipollas?”

Policía 1: “No sé... estaba bastante raro, y tenía estos dados con formas extrañas.”

Policía 2: “El tipo de dados que se asocian con el ocultismo.”

El Pervertido: “No. Simplemente estábamos jugando a un juego de rol.”

Policía 1: “He oído hablar de ellos. ¿No son el tipo de juegos que juegan los asesinos en serie?”

Psicópata Dave: “No, usted se refiere a Candyland.”

El Capullo: “¡No sigas!”

El Alcohólico: “Usted ha sido, y siempre será... mi amigo.”

Policía 1: “No sé mucho sobre esos juegos de Rolls. ¿Me podéis explicar de qué iba ese juego al que estábais jugando?”

Yo: “Quizá sería más rápido que nos arrestara ahora.”


Otro escape por los pelos, otra campaña fracasada. Ni siquiera me enfadó que la partida de El Pervertido no hubiera sido más que una forma de subirle el ego a su cariñito, que a ella le tocara hacer de heroína cuando el resto de nosotros nadábamos en un río de mierda mientras éramos perseguidos por extraños esclavistas alienígenas.

Cuando El Alcohólico vomitó dentro de mi coche mientras le llevaba a casa... entonces fue cuando me cabreé.

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